Ojalá siempre y en todo lugar, pudiéramos repetir las palabras de San Pablo:
Yo no me avergüenzo del Evangelio.
Sería buena señal, si al repasar al final del día nuestra jornada, vemos que el Evangelio nos ha acompañado, y en ningún momento lo hemos dejado aparcado.
Porque es fácil prestar atención a las cosas que nos llaman más la atención, lo urgente, lo que nos apremia, y dejar de lado lo importante.
La calidad del tiempo que le dedicamos a Dios, aquí está nuestro punto de reflexión para esta jornada…
FELIZ DÍA A TODOS…